Belleza
Fueron los egipcios quienes tuvieron verdadera noción de buscar la perfección estética mediante un conjunto de artilugios. Tanto los hombres como las mujeres empezaron delineándose los ojos con un tono negro denso que servía para resanar algunas imperfecciones y protegerse del brillo solar.
Los romanos, por su parte, tuvieron prohibido el uso de cosméticos. Pero al conocer nuevos pueblos durante sus campañas de conquista, poco a poco fueron asimilando otras costumbres: llegaron a teñirse las mejillas con vino tinto, a empolvarse el rostro con tiza y a usar blondas y elaboradas pelucas.
Siglos después, con la caída del Imperio Romano y la invasión de los bárbaros, Europa quedó dividida en pequeños reinos feudales. Entonces la religión cristiana se expandió, modificando todos los aspectos de la vida y criticando el uso de cosméticos en las mujeres.
Las cruzadas del siglo XI dieron lugar a la llegada de finísimas telas y perfumes del Oriente que reactivaron el interés por la belleza.
Más adelante, durante la época isabelina, las mujeres llegaron a pintarse el rostro con grafito para adquirir una palidez muy de moda en esos tiempos, y con raras esencias provenientes del Nuevo Mundo: cochinilla, azafrán y goma arábiga.
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